Por Mélani Placeres Rodríguez
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30 nov, 2021
Escucho la lluvia caer desde mi ventana, enciendo un cigarrillo llenando mi cabeza de humo y veo la vida pasar mientras leo en voz alta mi poesía favorita de Bécquer, aferrándome a mis pensamientos disipo todo a mi alrededor, solo estaban ellos sumergidos de humo. Mi segundo cigarrillo y aun llueve, es melancólico pensar, más aún cuando extrañas. La vida se interpone entre mascarillas, la humanidad se detuvo hace dos años. Dos años atrapados en un ciclo detrás de una cura. Enciendo el televisor, y a veces parece que ya se olvida, pero veo los muertos y los casos, me enciendo otro cigarrillo. Así pasa el día que no termina, las horas son tristes cuando solamente piensas. Hoy es un gran día para la poesía, desde el sofá de la casa empañada por la humedad recuerdo las rimas de este hombre que me hizo amar la poesía como mi vida. Las historias entre rimas son maltratadas por pensamientos y elevadas con la música del qué dirán. Hoy es un buen día para llorar, más solamente escribo. Escribo en presencia de la angustia entre desaparecer y volver a cuando era niña, sin problemas y sin ataduras. Ya solo veo árboles escapando de humanos, humanos atrapados en caretas protectoras contra el invisible. A veces pienso mal, pero pienso que la vida es muy injusta, vivimos en campeonato constante para ser los elegidos. Aun así obtenemos recompensa, presos en la propia cárcel que hemos construido, una cárcel muy buena, llena de lo que supuestamente necesitamos pero ya para mí innecesario. Hoy es el día de la melancolía, de abrazar la muerte con ternura, enciendo otro cigarrillo. Hoy por segunda vez recibo carta del médico, ofrezco mi alma al diablo y dejo que hable. Llevo semanas esperando un resultado que ya anticipo, mi muerte se acerca y no por el invisible, una muerte provocada por mis impulsos, por ansias de llenar los lugares de humo. ¡Qué hiciera yo sin un cigarrillo!, lo mismo pregunto ¿de qué sirve mi vida si no hay poesía?, si no hay con quien hablar, si mi familia está lejos para aplaudir. Es fascinante como llaman la atención del ser humano las cosas ahora, ahora que no las tenemos. Los días lluviosos son los peores, y a la vez inspiradores, cada gota de lluvia refleja mi vida, ¡Al fin escampa! Veo el sol, otro día más me lo tomo para hablar, aunque dentro de poco mis pulmones se evaporen yo le hablo a la lluvia, sonrío, pero una sonrisa como La Mona Lisa que no sabes hacia donde va. En la espera de fumar mi último cigarrillo leo a Bécquer, asumo sus rimas como si tuviera algún problema emocional, pero ¡¿qué poeta no tiene algo de locura?! Aquí estás tú leyéndome o tal vez te aburriste pero quiero que sepas lo mucho que he querido vivir, aunque haya sido mi peor vida. Suenan contradictorias hoy mis palabras, no me despido porque sé que siempre habrá vida y que siempre habrá poesía. Recuerdo cada verso como arcoiris después de la triste lluvia y simplemente lamento que mis últimos días sean los que han provocado todo este daño, ¡Si tú, cigarrillo infernal!, pero más que tú, yo; por haber pensado que sería para siempre. ¡Y saber que todos podríamos haber pensado esto alguna vez! Te llevo clavado hasta mis pulmones, trato de soltarte pero eres una de esas relaciones inflamables. Hoy me despido sabiendo que siempre seré poesía, melancólica y absurda pero abrumadora e indecisa. Obligada por caracteres militarizados alargo mi rima para que vivir pendiente al si te falta esto o aquello, al final querido cigarro, debería agradecerte por tantos ratos de compañía en mi oscura realidad, por lo menos siempre estás ahí en días como hoy donde leo sobre el sofá la carta más triste de la vida. Ella misma se despide de ti. No acabo el texto como desearía pero quién puede decir algo, si ya muero, solo deseo resucitar como ave o mariposa y no ser comida por algo mayor en esta cadena alimenticia.