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PANDÈMIA - 4

Iolanda Lapiedra Cros • mar 25, 2020

4 - L’ESPIA

 Seu de Shincheonji - Daegu – Corea del Sud. 

La Ha-Neul havia ingressat a Shincheonji feia tres mesos. Havia passat tots els filtres fins a arribar al seu gurú, el mateix Lee Man-jhie. No tot havia estat per mèrits propis. El servei d'intel·ligència de Corea del sud l'havia ajudat. Ella era una de les seves millors agents i com a infiltrada, la seva feina consistia a descobrir tots els draps bruts d'aquella secta. Coneixedora de la feblesa que en Lee sentia per les joves boniques, no li va ser difícil de seduir i convertir-se en la seva amant. Gràcies a això havia descobert que treballava conjuntament amb el seu parent, el Doctor Jung Nam Hoe en un projecte no gaire clar. Una nit va drogar a en Lee, i un cop adormit li va prendre la clau que en Lee tenia del laboratori del seu cosí. Va entrar i va agafar totes les mostres que li va ser possible i les va enviar al servei d'Intel·ligència perquè les analitzessin. Un parell de dies després, en Lee estava molt nerviós i excitat. Emocionat. Li va dir que la fi del mal arribaria d'ací a poc temps i que gràcies a això ell es faria molt i molt ric. Li va fer prometre que ella l'acompanyaria al paradís. Però no al que prometia el nou messies, no, sinó a un paradís de sorra blanca i de càlides aigües caribenyes. A més, no havia de patir per la seva dona perquè la tenia tancada amb clau, ja que no estava en els seus cabals. Li va dir que li donaria a tastar un beuratge que acabaria amb el seu patiment. No sabia ben bé a què es referia però tenia clar que aquella mateixa nit ajudaria a escapar a la dona d'en Lee. Mentre en Lee Man estava predicant sobre el càstig de Satanàs i portava a terme la seva missió d'injectar la poció per dormir, la Ha- Neul va rebre un missatge del seu superior: Havien descobert que s'estava coent en el laboratori. 
 
Ella ja no va poder fer-hi res. Una creient de seixanta-un anys va ser la primera infectada per ordre de Lee. Després van venir molts altres. Aquella congregació amb milers de feligresos reunits pel culte, es van infectar. El servei d'Intel·ligència no va gosar explicar el què havia descobert, per evitar els retrets de tot el món per no haver-ho evitat. 
 
Passats uns dies, tot el país estava exposat al nou virus: COVID-19   
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Escucho la lluvia caer desde mi ventana, enciendo un cigarrillo llenando mi cabeza de humo y veo la vida pasar mientras leo en voz alta mi poesía favorita de Bécquer, aferrándome a mis pensamientos disipo todo a mi alrededor, solo estaban ellos sumergidos de humo. Mi segundo cigarrillo y aun llueve, es melancólico pensar, más aún cuando extrañas. La vida se interpone entre mascarillas, la humanidad se detuvo hace dos años. Dos años atrapados en un ciclo detrás de una cura. Enciendo el televisor, y a veces parece que ya se olvida, pero veo los muertos y los casos, me enciendo otro cigarrillo. Así pasa el día que no termina, las horas son tristes cuando solamente piensas. Hoy es un gran día para la poesía, desde el sofá de la casa empañada por la humedad recuerdo las rimas de este hombre que me hizo amar la poesía como mi vida. Las historias entre rimas son maltratadas por pensamientos y elevadas con la música del qué dirán. Hoy es un buen día para llorar, más solamente escribo. Escribo en presencia de la angustia entre desaparecer y volver a cuando era niña, sin problemas y sin ataduras. Ya solo veo árboles escapando de humanos, humanos atrapados en caretas protectoras contra el invisible. A veces pienso mal, pero pienso que la vida es muy injusta, vivimos en campeonato constante para ser los elegidos. Aun así obtenemos recompensa, presos en la propia cárcel que hemos construido, una cárcel muy buena, llena de lo que supuestamente necesitamos pero ya para mí innecesario. Hoy es el día de la melancolía, de abrazar la muerte con ternura, enciendo otro cigarrillo. Hoy por segunda vez recibo carta del médico, ofrezco mi alma al diablo y dejo que hable. Llevo semanas esperando un resultado que ya anticipo, mi muerte se acerca y no por el invisible, una muerte provocada por mis impulsos, por ansias de llenar los lugares de humo. ¡Qué hiciera yo sin un cigarrillo!, lo mismo pregunto ¿de qué sirve mi vida si no hay poesía?, si no hay con quien hablar, si mi familia está lejos para aplaudir. Es fascinante como llaman la atención del ser humano las cosas ahora, ahora que no las tenemos. Los días lluviosos son los peores, y a la vez inspiradores, cada gota de lluvia refleja mi vida, ¡Al fin escampa! Veo el sol, otro día más me lo tomo para hablar, aunque dentro de poco mis pulmones se evaporen yo le hablo a la lluvia, sonrío, pero una sonrisa como La Mona Lisa que no sabes hacia donde va. En la espera de fumar mi último cigarrillo leo a Bécquer, asumo sus rimas como si tuviera algún problema emocional, pero ¡¿qué poeta no tiene algo de locura?! Aquí estás tú leyéndome o tal vez te aburriste pero quiero que sepas lo mucho que he querido vivir, aunque haya sido mi peor vida. Suenan contradictorias hoy mis palabras, no me despido porque sé que siempre habrá vida y que siempre habrá poesía. Recuerdo cada verso como arcoiris después de la triste lluvia y simplemente lamento que mis últimos días sean los que han provocado todo este daño, ¡Si tú, cigarrillo infernal!, pero más que tú, yo; por haber pensado que sería para siempre. ¡Y saber que todos podríamos haber pensado esto alguna vez! Te llevo clavado hasta mis pulmones, trato de soltarte pero eres una de esas relaciones inflamables. Hoy me despido sabiendo que siempre seré poesía, melancólica y absurda pero abrumadora e indecisa. Obligada por caracteres militarizados alargo mi rima para que vivir pendiente al si te falta esto o aquello, al final querido cigarro, debería agradecerte por tantos ratos de compañía en mi oscura realidad, por lo menos siempre estás ahí en días como hoy donde leo sobre el sofá la carta más triste de la vida. Ella misma se despide de ti. No acabo el texto como desearía pero quién puede decir algo, si ya muero, solo deseo resucitar como ave o mariposa y no ser comida por algo mayor en esta cadena alimenticia.
Por ANA PEÑA 29 nov, 2021
Me han regalado un hurón. Sí, ya sé, es raro que hoy en día alguien regale algo fuera de un aniversario o Navidades. Me lo ha regalado mi suegra. Es un amor. Me refiero al hurón. Estoy segura de que su intención era noble pero el regalo ha sembrado la discordia en casa. No nos ponemos de acuerdo sobre el nombre. Tanto es así, que el animalito lleva un mes con nosotros y sigue siendo anónimo. Mi marido quiere llamarle Ramona, como su madre. A mí me sabe mal que nuestra mascota lleve un nombre tan poco del siglo XXI. A mí me gusta más Chewbacca, como el de Star Wars, pero él opina que es un nombre difícil de deletrear cuando vayamos al veterinario. Ahí seguimos, entre Ramona y Chebwacca. No nos hemos decidido en serio porque todavía no sabemos el sexo. Ya, ya sé que lleva un mes en casa, pero no es algo que se distinga a simple vista y nosotros somos muy pudorosos, no nos gustaría ofender al animalito. Mi padre se ha ofrecido a llevarlo al veterinario. No ve mucho. Me refiero al veterinario. Ya fuimos la semana pasada y no nos sacó de dudas. Esperamos tener más suerte esta semana, deducimos que el sexo del hurón no habrá variado, pero igual la vista del veterinario ha mejorado. Le tenemos mucho cariño. Me refiero a mi suegra.
Por María Elena Gómez 29 nov, 2021
Fotógrafa chilena - Paula Navarro
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Por Aurora Rot 08 ago, 2021
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